martes, 6 de enero de 2009

De Anurkónimo para Pilar

Si soy lo que soy es por ti. Me gusta recordar lo momentos buenos que pasamos juntos y también los… ¡Qué coño! Y también los malos, porque siempre has sido tú la que ha estado al pie de mi cama cuando algo malo ocurría; la que ha llorado por mí incluso cuando no padecía; y la que corría de aquí para allá con un pozal lleno de agua por si el niño jugaba a ser una fuente.
Ahora nos vemos poco, pero cuando lo hacemos el pez globo descarga y se desinfla hasta convertirse en una débil sardinilla. Pero ahí estás tú, para darme el abrazo que me proteja del resto de peces feroces. Da igual la niebla, el frío o incluso la nieve. Es ese abrazo que quita todos los males del mundo. No necesito más para saber que, en ese momento, estoy en el paraíso.
Te desvives por nosotros y por aquellos que te quieren. Tienes la mejor enfermedad que yo jamás he conocido: la de amar y poner siempre antes que a ti, a aquellos que te rodean. Admirable como madre, admirable como tía y, seguro, que admirable como abuela cuando te toque. Tienes un marido excepcional y unos hijos… bueno, creo que eso ya no me corresponde a mí valorarlo.
Entre montañas recala tu hospitalidad, en casa Pilar siempre hay sitio para todos, pero la virtud siempre viaje contigo. Humilde, avanzas con paso firme defendiendo lo que crees y lo que quieres. Seguro que hubieses sido musa de los orfeones griegos, pero yo ya me conformo con que no cambies jamás.
Te veo fuerte y rocosa ante las adversidades, pero sé que en el fondo eres frágil como una mariposilla. Pero todos somos, en parte, esa mariposilla que sucumbe fácilmente ante una ráfaga de viento. Por eso, yo te quiero regalarte mi parte frágil. No para que cargues con ella, que ya llevas haciéndolo muchos años, sino para que recuerdes que tu debilidad es la mía también. Espero que este………… luzca siempre junto a tu corazón.
He encontrado bajo mi árbol, con tu nombre, esta pequeña………….. Porque detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer, y los viajes largos siempre se hacen mejor bien acompañados.

FDO: Anurkónimo

Del Reno Rudolph para Gonzalo

Aletargado, miro por la ventana hacia la infinitud. La niebla hiela mis sensaciones mientras pienso lo bien que estaréis allí arriba. De nuevo, cuando más sólo me siento, vuelves a enviarme un zumbido y el sonido del portátil me devuelve al mundo. ¿Qué hay? Y el resto de las frases me recuerdan que sigo estando vivo.

Siempre he soñado en convertirme en alguien como tú. Una infancia fascinante; una juventud viajera; y una vida feliz, ahora, junto a los que más te aman. Poco a poco, te has ido convirtiendo en ese referente, que cualquier hijo desearía alcanzar algún día. Por eso, espero que en algún futuro, próximo o lejano, llegue quizá a rozar algún ápice de aquello en lo que te has convertido.

Se rumorea que llevas camino de convertirte en el abuelito de Heidi. Mucho no le falta: una casita en el pirineo, buenos paseos, algún que otro chivo en su casa y un hijo, según dicen, más perro que niebla. Mientras él dice que estudia duro para convertirse en periodista, fuentes femenidignas le han visto, en ambientes nocturnos, disfrutando en exceso del alcohol, el vicio y el seso (sí, es que el pesado este no hace más que filosofar. No calla ni debajo del agua).

Tipo generoso y bondadoso, tanto dentro como fuera de la familia. Aunque espero que levantes el Estado policial que tienes montado en Ainsa, al menos por Navidad. Querido y admirado por aquellos que le quieren, doy gracias a la naturaleza por concederme tu cariño y la de todos los aquí presentes. Una naturaleza que, cuando creó a los españoles, les dio a escoger dos cualidades entre tres posibles: ser buenas personas, ser inteligentes o ser del PP. Por fin comprendo por qué en esta familia ninguno camina bajo gaviotas.

Ahora, siento la necesidad de devolverle al mundo la bondad que él me ha otorgado, que sois todos vosotros. Porque no somos una familia nobiliaria y rica, pero si le quitas lo de nobiliaria nos acercamos bastante. Pensándolo bien, Don Gonzalo de Nájera todos los años pasa a recoger el tributo, y hay rumores que lo relacionan con la peligrosa familia mafiosa… digo… maravillosa familia pomposa de los Del Campo riojano-burgaleses. Y sí, rica, aunque no sea en dinero. ¿Cómo os explicáis si no, que estemos hoy todos aquí reunidos? (No, no es la misa de las doce que hace un rato que ha pasado).

Y es que me siento orgulloso de tener una familia con una abuela comunista (¿Cómo íbamos a salir de aquí todos, con una buena fartera si no?), un abuelo que va a misa todos los días y cada vez echa más chispas de la Iglesia Evangelicaapostólicayromana, unos tíos bailaores (aunque a veces también cantan desde algún barranco nevado), que ayudan al resto de personas ya sea dentro o fuera del país (del cual espero seguir los pasos), y tan artistas que el propio Barceló les diría entre sollozos que se quedaran. Y ellas, las muy jodías, anda que no han parido bien a esas féminas bien bellas, capaces de hacer que se me empañen las gafas, y a esos futuros maciellos (aunque a alguno haya que darle alguna collejilla, para recordarnos que venga vernos de vez en cuando).

Miro las fotos y veo que todos estamos juntos, pero falta alguien. Tú, que eres quién siempre hace las fotos. Estamos cansados de que no aparezcas entre nosotros, así que habla con la Pili, saca la tercera pata y pon la cámara encima de este ……….. y vente a hacer la foto.

Bueno, y ya que estás, ábrete este otro regalillo que los masáis me pidieron para ti. Creo que están deseando que les hagas una visitilla pronto.

FDO: El reno Rudolph.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Esto es por y para vosotros

Creo que es un buen momento y, tras un verano entero sin publicar nada. el blog se merece algo así. Lo creo de veras. Volver de nuevo a empezar, dejando atrás un verano, desde luego, inolvidable. Las aguas vuelven a calmarse después de las marejadas y las ventiscas pasadas. El oleaje forma parte ya del pasado, un pasado reciente que trataré de no olvidar jamás. Ya tengo mi vista puesta en el futuro, como he hecho siempre. En el mañana, en lo que estoy seguro que tengo y en lo que, sin estarlo, buscaré incesante hasta encontrarlo. Lucharé por lo que quiero y lo que es más importante, por aquellos a los que quiero. Puede que no sea hombre, pero vivo, y los que consiguen que así sea son ellos. Los que son capaces de llenarme el corazón de momentos, porque la felicidad nunca es plena, sino que está llena de personas y situaciones especiales de las que cuentas su calidad al fin y al cabo. Miro el calendario y me doy cuenta de que este último mes ha sido el mejor de mi vida y no, no ha habido ni chicas ni sexo por medio. Pero ha estado abarrotado de felicidad porque… simplemente ha habido momentos…
Momentos para los periodistas; para los que prefieren dar clase a niños; momentos para los pontoneros y los “tuneladores”; para las terapistas ocupacionales; para los sociólogos; para las psicólogas; momentos para las bachilleres; para los que prefieren hacer INEF… momentos para cumplir años (un leo y dos virgos, casi pleno); para horrorizarse por hacerlos (¡joder tío, 22 ya!); momentos para los conocidos; momentos para acercar al alma viejas amistades dormidas (no tanto, que como me enamore de la cajera de firma y venda ahora, ¡vamos bien! xD, TE QUEIRO); momentos para los que siempre estuvieron ahí (OS QUIERO CHICOS); para los nuevos amigos capaces de cautivarte en 15 días (TE QUIERO); para las que sabías que estaban y aún no habías descubierto (¿cuando leas esto te pasarás hablando conmigo 3000 horas de ello? xD, TE QUIERO); para las que son casi iguales y ya eres capaz de distinguir (OS QUIERO); para el que hiciste el año pasado y vino de Navarra (TE QUIERO); para la que lleva contigo desde que la viste en un Monasterio de Piedra (TE QUIERO)… momentos para las rubias (siempre preferiré las morenas); para las de pelo más oscuro (estas sí); para las castañas; para la pelirroja de toma pan y moja; para la que se tiñe el pelo (estás igual de guapa o más al natural)… momentos para los grupos pequeños (y que dure muchos años); para las grandes congregaciones (¡buf!)… momentos para las cenas (incontables este verano); momentos para el vino (ha circulado como el agua o más), para la cerveza (pobre barril el de la peña); para el vodka (señor, pásate al whisky que es mejor); momentos para el Brugal (al final me hiciste caso, madrileño, y te pasaste al lado oscuro); para la bebida escocesa (el famoso lado oscuro); para los abstemios (alguno tenía que conducir, coño!); para los pseudo abstemios (sino las neuronas no rinden con esa física); para los borrachos (creo que aún nos dura el componente alcoholico en sangre xD)… momentos para las confrontaciones políticas (oto vs escalona); momentos para un buen chuletón (y buena que está esa ternera que crías); para unas migas (y lo que jode levantarse de resaca por la mañana para comprar el pan con que hacerlas); momentos para los que descansan (xD); para los que trabajan (que perros los que no han dado palo al agua); para los que pseudo trabajan (hacemos ver que hacemos algo)… momentos para recordar; para el olvido (si no hubiera habido 7, te acordarías perfectamente de ese lunes en el Ula); momentos para definirlas; momentos para los MONU-MENTOS (esto es por vosotras, preciosas en todos los sentidos); momentos para el “biciclista” (TE QUIERO); para los que tienen vacas (sabes que es un negocio del que quiero acciones y en el cual quiero participar porque tiene futuro, TE QUIERO); para el fondista ; para los jugadores de rugby; para los que le dan al basket (sí, el trío calavera); para las que les gusta el voleibol; para las que se suben al escenario… momentos para un brindis (después de 1 litro de cerveza se obran maravillas); para el grandilocuente y genuino; para los insultos (jodido sophos como TE QUIERO); para los que entran nuevos al brindis (y más que vivirás si cenas conmigo a menudo, ya has visto en 15 días); para las chicas de firma y venda (qué precioso piropo ¿verdad?); para las tatas (qué poco os he visto peques)… momentos para los palos (de forma musical); para el piano; para los conciertos Expo; momentos para aprender de música (menuda enciclopedia de chaval); para descubrir canciones… momentos para las palabras (abre las puertas del coche que nos vamos a asar); para muchas palabras (¿desde las 11 hasta las 3:30 te parece poco?); para las miradas; para las caricias; para los abrazos (más, por favor)… momentos para las chicas; para los chicos; para los que son una incógnita… momentos para los “apaciguadores” (tu madre tiene un don para la nominación xD); para los nerviosos; para los tranquilos; momentos para tratar de resolver los problemas con el papeleo universitario (si te creías que no acabarías apareciendo por aquí, pequeña zarina de Rusia, lo llevas claro); momentos para “Repu”; para Fabio Capello; momentos para bares de prestigio (el Parador es un señor bar); para un poco menos prestigiosos (hombre, la terraza de Mauro está de puta madre aún así); momentos para los bares infernales (PK2 y LANCES); para los buenos bares (la música buena se acaba sobre las 3:30 – 4, comprobado)… momentos para comentarios (no cielo, no intentamos ligarnos a la camarera); momentos para dejar un grupo (Angélida nunca será lo mismo sin ti); para quedarse tirados en un sofá; momentos con ella sentada a tu lado… momentos de risa (casi constantes); momentos de lágrimas (joder si me está costando escribir esto); momentos para el placer (vuestra presencia ya es un gozo); para la tristeza (hubo algún bajoncillo); para la alegría (sin duda hubo muchos más); momentos para cruzar miradas; momentos para tocar las manos (¡ay va, que me lanzo!); momentos para tocar el gemelo (extraña afición la tuya); para tocar la pierna (mejor no sigo que me emociono xD); momentos extraños (lo que daría de sí, para tipos de momentos, ese viaje en autobús); momentos para seguir siendo amigos (no dudo que así será); momentos para parar el tiempo (aún seguiríamos por el Ula en algún sofá); momentos para darse cuenta de que pasa muy deprisa (ya, casi, nos separamos de nuevo); momentos para bañarse en el río (me encanta nuestro río virgen); para ver las estrellas en el puente (vaya noche); momentos para hacer el gandul (ueeeeeeeeeeeeeeee); para asar una vaca (doy fe de que, aunque llevaba muchísimas horas, estaba cruda); para verla después en alguna curva; momentos para que se cruce un jabalí; para que se cruce un zorro (animal, aunque…); momentos para ir al cine en mitad del verano (amigo, adorador de Santa Lucía, siempre disponible); momentos para las que van fatal; para intentar saber quién es éste; momentos para los que son de Laspuña y quieren que los dejen en Ainsa; para la gentuza que hace botellón en las fiestas de Guaso; para los que rodean la barra trasera en Lafortunada (somos españoles, ¿no pretenderéis que llenemos el hueco para bailar dejando la barra libre?); momentos para los que se quieres (cuanto más os queráis vosotros más os querré yo y mejor piña haremos); momentos para comprender que si de verdad quieres a alguien debes facilitar su felicidad; para los bebés (y lo que me gusta que me llames así); momentos maternales; paternales; momentos para estar con los pequeñines; momentos para los altruistas (nunca os pediré nada a cambio); para los que piden algo (bueno, sí os pido algo, que estéis siempre ahí); momentos para los soñadores (que historia lo de los flahbacks); para los que un hilo etéreo los une al cuerpo (perdona que me riese, pero fue por pura ignorancia, aun así es difícil imaginar); momentos para los imaginativos; para los creativos (como veréis ni una cosa ni la otra, porque esto parece un texto para la parte dos del anuncio de coca cola xD); momentos para las que se tienen que buscar la vida para hacer un trabajo (no habéis aparecido por casa en todo el verano); momentos para leer libros; para inventar historias… momentos para los optimistas; para los pesimistas; momentos para las que irradian felicidad; para las que siempre te lanzan piropos; para l@s que te levantan el ánimos; momentos para el psicoanálisis (con ellas y él); momentos para decir basta; para pedir más; momentos para los emocionalmente sensibles (lagrimita); para los emocionalmente nulos (no saben lo que se pierden); momentos para ser regalado (aunque sea un bote de sal); momentos para los animados; para las sosas (os compraré kilos y kilos de sal porque…); momentos para los que viajan (vaya suerte con Bruselas y yo sé de una que se va a venir a la playa :D); momentos para los que tienen pelo en el pecho; para los que se depilan; para los que nos quedaremos calvos (alopécico y don entradas, podemos montar un buen dúo) momentos para el amor (cuanto me alegro); momentos para los desencuentros (y esperad que no será el último tropiezo); momentos para lanzarse a la piscina y ver que no tiene agua; para caerse de bruces, levantarse y continuar; momentos para decir lo que sientes; para dejar las dudas a un lado; momentos para el sexo terapéutico (mucho mejor que cualquier antibiótico); momentos de luna llena; momentos para aprovechar el paseo hasta casa; momentos para el pajar (en los tiempos de tu padre al pajar se iba a otras cosas); momentos para los ludópatas; para las cerezas (no hubiese estado mal el premio); para los sietes azules (al final, el que no jugaba a las tragaperras se llevo el premio gordo ;-D); momentos para los premios gordos (todos vosotros sois mi premio gordo); para los que echan fichas; para los que las recogen... momentos para las grandilocuencias; para los pequeños comentarios; momentos para los dichos aragoneses; para las batallas multitudinarias; para dejar el escudo y que te lo sisen a la media vuelta; momentos para las que tienen miedo; momentos para los que acuden al rescate; momentos para las broncas (prometo que allí donde trabajes, si paso por delante entraré más a menudo a verte); momentos para los sms (como te los curras); para las llamadas (apúntate el de casa de una vez corazón); momentos para dejarse un dineral (¿hacemos una colecta para el de dineralgastadoenelmovilparaqueestosvayandeviaje?); para las frikadas (me gusta el rol… ¿y?); momentos para aprender a usar el msn; para descargar como cosacos en el ares; momentos estelares; momentos celestes (siempre os veré estampados en la bóveda del cielo nocturno); momentos surrealistas (demasiados para mi cuerpo); momentos para el agua; para ver Batman; para la risa del Jocker; momentos para los que tienen dos caras; para los que siempre muestran la mejor que pueden dar… momentos para los ambiciosos (EEUU está complicado, pero Madrid es cada vez más factible); para los que lo consiguen (¡viva México!); momentos para tomárselo con calma (tranquilo amigo, que al final nos retirarás a todos haciendo canales); para los hiperactivos (niña, qué rapidez llevas, no sabéis lo que discurre ahora por mi cabeza); momentos para los que se van (pero sólo a 500 km); momentos dentro del supermercado (cjera pensando: este pesado que no hace más que tocarse el higo ya está aquí de nuevo xD); para que el Brinquis de las narices no nos permita vernos; momentos para no saber que alguien ha vuelto (seguro que estabas reponiendo, cariño); para los que se quedan; para las que, a pesar de tenerlas cerca, ves poco (este año tenemos que quedar mucho más por Zaragoza, señorita); momentos para los que casi son ya medio hermanos (y sólo 15 días…); para los que tienen casa en Ainsa (sabéis que todos tenéis un huequecito en mi humilde morada); para los blandos; para los duros; momentos para las rayadas (y lo que me gusta hablar con vos sobre ello); momentos para los programas raros (no sabía que había tantas temporadas de redes, aunque sigo pensando que Punset no va al grano); momentos para espabilar; momentos para dejar de ser un niño; para recordar la infancia… momentos para contar anécdotas; para combinar historias; momentos para subir y bajar cuestas (¿para cuando un teleférico en Boltaña?); para caer en picado; momentos para arbitrar partidos (que bien me sienta); para gritarle unas cuantas burradas; momentos para cobrar (son un poco rácanos, claro con eso de que tenéis escenario nuevo…); momentos para la melancolía (cómo os echo ya de menos); para desear con todas mis fuerzas que, por muy lejos que estemos unos de otros, siempre os tenga cerca; momentos para pensar en momentos como este; para recordar momentos pasados; para planear posibles futuros; momentos para recoger esos momentos; para escribirlos; momentos para pensar en todo el espacio que ocupáis en mi cabeza y mi corazón; momentos para vosotros, que siempre sereis mucho más que mis mejores amigos; momentos para aquellos que sientan que me quieren, aunque sólo sea un poquito; momentos, al fin y al cabo, como éste, en el que soy capaz de escribiros unas pocas palabras; momentos para vosotros porque, este soy yo y esos sois vosotros para mí…

PD: OS QUIERO (xD)
PDD: Porque no sólo estoy orgulloso de ser yo, sino porque más aún de ser quién soy cuando estáis cerca de mí.
PDDD: Si alguien tiene material fotográfico de este verano que lo pase y haré un bonito Power Point. Podéis añadir algún momento si os apetece, porque son de todos ;-D
PDDDD: Y sí, he llorado mucho maquinando esto.

jueves, 22 de mayo de 2008

La mirada


Debo confesar que, desde que fui a la última exposición fotográfica de la Lonja, he reconsiderado lo de mi ceguera. Efectivamente, lo soy, pero no se me asusten tan rápido porque mis pupilas perciben la luz perfectamente. La verdad es que nunca me ha llamado mucho este campo, aunque la curiosidad pueril que aún conservo me obligó a entrar en la exhibición. Mi desdén hacia el asunto se hizo latente cuando advertí que no era capaz de dedicar más de diez segundos a cada instantánea. La sección de guerra resultó diferente, y los diez segundos se convirtieron en veinte. En la siguiente sala encontré a mi “oculista”, un hombre que estaba observando la foto de una niña que parecía mirarle. Estéticamente me atraía, quizá porque fue algo nuevo para mí, ya que no había visto nunca una algo como aquello. Acostumbrado a las fotos de sitios increíbles a los que desearía ir, cuando el hombre me preguntó qué me parecía, le contesté que era una composición simple. Comenzó a hablar con templanza, y cada palabra que añadía a su discurso era una causa más de la apertura de mis ojos y mi boca. Cuando terminó, se retiró dándome una palmadita en la espalda. Seguí ahí delante durante no sé cuánto tiempo, pero de lo que sí estoy seguro es que aquel personaje había sido capaz de ver una gran realidad a través de aquella mirada. No sólo eso, sino que también pudo retratar aquello que enfocaban los ojos de la niña. Mi actual concepción objetivista del fotoperiodismo está cambiando. No deja de sorprenderme cómo una persona puede autorretratarse sin aparecer en su obra. Pienso en mi labor diaria como periodista... He decidido que voy a dejar de ver el mundo, porque lo que debo hacer es mirarlo. Necesito ser parte de mi obra, añadiendo los matices y elementos que aporten mi propia realidad. No deseo observar un mundo tan borroso del cual la mayor parte se me escape, así que trataré de seguir poniendo remedio a mi ignorancia y mi ceguera.

La vieja verde

Yo ya voy teniendo edad para heredar, pero a decir verdad, yo heredé mi pasión por los videojuegos desde bien pequeño. Mi primo me sentaba a su lado, me daba un cacharro pequeño y rectangular con dos botones rojos y me instaba a apretarlos. Yo fijaba la mirada en esas “moscas” raras de la pantalla las cuales tenía que matar, pero siempre acababa sucumbiendo la bola amarilla que, supuestamente, yo dirigía. La verdad es que me cansaba pronto porque veía cosas más curiosas a mi alrededor. Ya saben, entonces todo entra por los ojos y, la verdad, ver cuatro líneas rectas en una pantalla... ¡vamos, que prefería dibujarlas yo! Desde entonces ha llovido mucho -quizá no lo suficiente, porque vaya sequía la de este año- y las moscas ya no son lo que eran. Dragones preciosos y paisajes maravillosos dejan de lado la antiquísima estética “marionesca”. Para los seguidores del mítico fontanero de gorra roja y bigote, habrá sido todo un espectáculo ver cambiar de forma a sus héroes preferidos, igual que para todos aquellos fans de otros títulos como Final Fantasy o Gran Theft Auto. Confieso que hace poco me dio por asistir a uno de esos talleres sobre la imagen. Resultó ser como un partido de fútbol sin goles. Vi jugadas muy elaboradas y bien trenzadas, pero no se alcanzaron los objetivos que yo tenía previstos. Vamos, que se habló de mapas de bits con los que quizá puedas encontrar tesoros; de creaciones vectoriales que seguro derivan en una componente física de la parábola kepleriana; y de no sé qué reciclaje de imágenes… ¿Acaso se van a empezar a fabricar originales tetrabriks con forma de colash? No entendí nada de nada, no vi imágenes maravillosas por ninguna parte y este fue el balance: yo acabé dormido y para cuado desperté, vayan ustedes a saber donde narices se había metido mi amigo. Después de tan nefasta situación he decidido dedicarme solo a mirar imágenes. Voy a la Fnac y veo cantidad de videojuegos. La verdad es que hace un tiempo que perdí el hilo de aquello nuevo que sacan. Al fondo, hay una consola verde con una X en el centro. Crea tu personaje, veo escrito en la pantalla. Cuando acabo de personalizarlo se me escapa una gran carcajada porque el “bichito” se parece mucho a mí. Comienza la interacción con ese nuevo mundo virtual y se me abren los ojos como platos. Unos paisajes muy bien formados, una definición que jamás habría soñado ver. Es tan real, que parece como si mi ser hubiese entrado en la pantalla, quedándose a los mandos mi carcasa corporal. La ficción virtual parece la realidad más objetiva en cada detalle. Me muevo hacia un lado y el sol, situado en mi costado, hace sombra detrás del personaje. El día transcurre en el juego y las sombras se mueven con la luz. En ese momento en el que ya no sé si me muevo en un paraíso real o ficticio, la voz de un niño me abstrae. “No mamá, esa consola (refiriéndose a la que tengo delante) es muy vieja. Los gráficos de esta son penosos, son mucho mejores los de la Play 3 porque parece todo más real”. La mujer asiente a la vez que leo el cartel informativo. Mi asombro se hace patente cuando leo la fecha: 2005. ¿Sólo hace dos años que salió este aparato y ya se ha quedado obsoleto? Hace poco más de una década andaba jugando yo con puntos y líneas muy cutres y hoy día, ¿un chaval se atreve a decir que mi viva imagen plasmada en un televisor de plasma se ha quedado obsoleta? ¡No entiendo nada! Por lo pronto, voy a intentar no quedarme dormido en los talleres de creación para ver si, con un poco de suerte, consigo crear un “personajillo” de estos que me permita hacer en la vida real todo cuanto desearía. Algo así como el Homer digital en los Simpson; algo que me permita echarme una buena siesta a la vez que trabajo en cosas como esta. En definitiva, una bella adicción visual.

sábado, 26 de abril de 2008

Un verdadero tesoro







Rumores infundados los que llegan a mis oídos. Parpadeo atónito una vez más, pues mis ojos, abiertos como platos, no pueden aguantar la intensa luz del sol. No salgo de mi asombro. ¿Un mundo perfecto en el que todos viven en paz y armonía? No creo que sea cierto. Será un vago cuento que vuelve a intentar cambiar la historia, como aquellos que trataron de hacer de este un mundo más libre, más justo... pero nunca lo lograron. No hay unidad entre los hombres. La codicia y la envidia rompieron los lazos que nos unían y ahora, sólo los fantasmas de aquellos que intentaron mantener la causa viva lloran esta lastimosa pérdida. Se ha perdido la esencia humana. ¿Por qué tratamos de buscar lo que nos separa si eso es tan fácil de hallar? A veces pienso en lo estúpido que resulta observar el exterior de las cosas.

Recuerdo que durante mi infancia, me encantaba subir a la buhardilla de mi abuelo. Aquel lúgubre sitio lleno de telarañas, era el lugar más increíble en el que un niño se puede encontrar. Era como jugar a encontrar el tesoro. La X marcaba el lugar. Entonces no era consciente, pero ahora me doy cuenta de que Hugo, mi hermano mayor, nunca se sorprendía de las cosas que encontrábamos allí. "Otra baratija más que el abuelo decidió olvidar aquí. Por algo será", decía. Con 17 años, había perdido esa capacidad que ójala nunca me abandone. La capacidad de sorprenderme por todo aquello que veo; por todo aquello que toco o huelo; por las mil y una historias que mi abuelo aún me sigue contando en el sofá del salón. Cada cajón polvoriento era como un cofre que yo, con mi pata de palo, mi parche y mi loro al hombro, debía conseguir abrir. Unos cedían fácilmente y en su interior no había más que "porquería", como decía mi hermano, que acabó por dejar de subir a ese rincón olvidado de la casa. Yo seguía en mi empeño por encontrar grandes tesoros. Me volví un tanto selecto porque, aunque no dejaba de sorprenderme por las cosas que encontraba en cajones y baúles de fácil acceso, empecé a dejar los objetos que hallaba un poco de lado.

Pero entonces lo encontré a él. Un baúl mugriento y cubierto de polvo en un rincón de aquel sombrío ático. Era un cofre bastante antiguo. Parecía como si ese tesoro que andaba buscando por las playas de mi pensamiento hubiese aparecido ante mis ojos de repente. Tiré del cierre, pero éste no cedió. Volví a tirar con más fuerza y caí al suelo dándome un culetazo. ¿Por qué estaba tan bien cerrado ese trasto tan viejo? La primera idea que pasó por mi cabeza fue la de algo demasiado valioso para ser desvelado. Quizá mi abuelo tiene atrapada a la verdad ahí dentro porque la encontró y no quiere que se le escape. O quizá cientos y cientos de esos doblones que ganó como pirata en las costas del Caribe. Nunca me cansaba de oir las historias que me contaba antes de irme a dormir, las noches que mis padres me dejaban allí. Tenía que llegar al fondo del asunto como fuera. Pasaba el tiempo y mi relación con el interior de aquel cofre era nula. Lo saludaba cuando llegaba, pues aquella gran carcasa era ya parte de mi vida. Me tiraba horas y horas observándolo como un pasmarote sin saber qué más decir. Me despedía y seguro que ni siquiera se habría dado cuenta de que me iba.

Ya le había hablado al abuelo de mi gran hallazgo en el ático, y el se reía siempre que se lo recordaba. Una noche, como si tratara de ayudarme en mi búsqueda, me habló de sus andaduras por los páramos colindantes. Me habló de un árbol. Un sauce a la orilla del río que era la puerta hacia todos aquellos lugares a los que deseas acceder y sientes que no puedes. Me dijo que me sentase allí, que cerrase los ojos y que sintiese la voz de la naturaleza. Yo, desde mi ingenuidad, hice caso a la voz del tiempo, que representaba para mí toda la sabiduría del mundo. Me acerqué al árbol a medio día, me apoyé en su tronco y cerré los ojos. Cuando mis luceros se abrieron de nuevo estaba atardeciendo. Me había quedado dormido y, realmente, no sabría decir si llevaba allí sólo unas horas o siglos enteros. No había pasado nada. No había oído nada. Me levanté con la cabeza gacha y decepcionado, pues mis ilusiones se habían esfumado bajo aquel sauce. La naturaleza había robado mis sueños de infante en un momento. Al levantar la mirada ví el hueco. El hueco que me devolvió a la niñez de la que aún conservo rasgos. Metí la mano apresuradamente y agarré una llave tan grande que casi no me cabía entre ambas manos.

Corrí todo lo deprisa que pude hacia casa y, después de decirle a mi abuelo que un tesoro me esperaba, subí las escaleras precipitadamente. Llegué a la buhardilla con la lengua fuera, sudando y con los ojos brillándome más que nunca. Yo creo, que si esa noche nu hubiese habido luna llena, mis ojos podrían haber iluminado la bóveda celeste. Introduje la antiquísima llave en la oxidada cerradura. La tomé por el mango y comencé a girarla. Mi corazón latía cada vez más deprisa. No sabía qué narices se escondía ahí dentro. El último "clic" fue demasiado para mí. No podía abrirlo. Es una sensación extraña la que te invade cuando, teniendo algo tan al alcance de la mano, no eres capaz de llegar hasta el final. Al fin, me armé de valor y levanté la tapa con todas mis fuerzas. Las bisagras chirriaron y la tapa cayó sobre una pila de libros muy antiguos. El polvo nubló mi vista y me provocó tos durante unos instantes. Cuando recuperé la visibilidad, eché una ojeada dentro y lo que ví me sorprendió muchísimo.

Libros viejos, papeles, los mismos trastos que había ido encontrando hasta entonces. Bajé apesadumbrado las escaleras y, desconsolado, sollocé entre los brazos del abuelo. "Un gran tesoro, no es aquel que se consigue tras una breve y facilona búsqueda. Un gran tesoro es el que descubres cuando vas más allá que el resto", dijo mientras me abrazaba. La verdad es que no lo entendía, pero una extraña sensación conciliadora pasó por mi mente. ¿Quizá no estuviese todo perdido aún? Aquella noche no podía dormir. La frase del abuelo revolvía mis pensamientos a cada segundo. Decidí levantarme y, a hurtadillas, recorrer los oscuros pasillos de la casa. Las tablas de madera crujían bajo mis pies a cada paso que daba. Estaba dando un recital de tablademaderavieja en si bemol. Buscaba una vela desesperadamente porque, a pesar de la luna llena, la oscuridad era considerable. Mi abuelo apareció de repente con un candil en la mano. "¿Vamos juntos?", preguntó, y yo asentí miedosamente.

Cuando llegamos al desván me dio la vela. "Los verdaderos tesoros los debe encontrar uno mismo. Ve", me susurró al oído, y me empujo hacia delante. Caminaba despacio y temeroso, echando al dos por tres la mirada hacia atrás. Saqué todos los trastos que me habían decepcionado aquella tarde y recordé las películas de castillos, donde siempre había lugares secretos para esconder cosas. El arcón era tan grande que me pude meter dentro. Cerré los ojos y mantuve la respiración. Palpé suavemente y noté una pequeña rendija en el fondo. Tiré con todas mis fuerzas, pensando que ni Hércules hubiese sido capaz de labrr tal hazaña, y la tapa cedió. Había una cavidad a parte. Lo que allí encontré si que fue el mayor tesoro que un niño puede encontrar.

Un libro harto grueso que recopilaba escritos de varios siglos; un colgante que aún llevo puesto en mi cuello y otra cosa más... algo que prefiero no desvelar qué es pero que ella guarda con cariño. Y digo ella porque mi vida ahora es un pequeño tesoro diario. Tengo un trabajo en el que sólo triunfas si eres capaz de ir un paso más allá que el resto, pues lo usual y lo convencional ya no resultan rentables. Mi vida profesional es una búsqueda constante de tesoros bien ocultos, de esos que realmente merecen la pena. Esos tesoros que solo encuentras si levantas la última tapa, algo que puede resultar muy peligroso. Para vencer hay que arriesgar, y la vez que más he arriesgado me salió bien. Fui capaz de abrir todas las puertas que separaban nuestras estancias, de llegar hasta donde ninguna otra persona había sido capaz de llegar. Ella me entregó su mayor tesoro, su amor y su vida. Yo le entregué ambas cosas, pero además le regalé ese pequeño hallazgo que encontré en el baúl del abuelo. Ese que nunca llegaréis a saber qué es y que guarda en su seno. El tesoro más perfecto está completo. Mi tesoro. Si ella se pierde, incluso yo moriré con ella. Mi mundo ya está lleno de paz, armonía y, sobre todo, de cariño y amor humano.

Siempre recordaré al abuelo sonriéndome desde las escaleras con las velas en la mano al verme llegar corriendo con el libro, el colgante y un verdadero tesoro reflejado en mis lágrimas de alegría y en mi ufana sonrisa.


miércoles, 23 de abril de 2008

Placer pueril










Nunca he aprendido a tocar este precioso instrumento y añoro las tardes en el salón de mi casa, en las que mi hermana mayor tocaba esas tiernas melodías que me dejaban absorto. Durante esa breve actuación yo me evadía de mis problemas rutinarios. Pensaba que es música solucionaría todos mis grandes problemas: tener que lavarme los dientes cada mañana, estudiar para el examen del día siguiente o ir a entrecavar las patatas al huerto de mi padre. Era como un sueño; un sueño que se terminaba con las últimas delicadas notas que tocaban esas suaves manos. Entonces mi padre gritaba, mi madre gritaba y todo volvía a su cauce. Triste y apesadumbrado, me levantaba de la silla que mi hermana me había preparado a su vera y, casi con lágrimas en los ojos, recibía un beso de aquella persona que más me hacía disfrutar entonces, en señal de despedida. Sus sonrosados carrillos se estiraban al dedicarme una bonita sonrisa que me alegraba el día. Una sonrisa que me decía: "Ve, pero recuerda que siempre estaré aquí cuando lo necesites". Pero un domingo de agosto llegué a casa por la mañana. Había estado con varios de mis compañeros acampando en los prados de la ladera que hay detrás de nuestro pueblo. Llegaba ansioso por escuchar las caricias de mi hermana al piano del salón. Eran tan bellas... Cuando llegué mi madre estaba como ida. Miraba al suelo mientras sostenía el teléfono entre las manos. Las lágrimas comenzaron brotar de sus ojos. Yo no entendía nada. Le pregunté dónde estaba Luna, mi hermana, tenía muchas ganas de escuchar la canción que me tenía preparada para hoy. Me abrazó fuerte y sollozó con fuerza. Los finos y largos dedos de las delicadas manos de Luna, no podrían tocar más el piano; ni tampoco sus labios darme un cálido beso... Aún sonaba en mis oídos la melodía del día anterior. Comptine d'un autre été, se llamaba la canción. Ese día, cuando salía por la puerta de casa recuerdo que le dije: "Si alguna vez una chica me dedica esta canción seguro que me enamoro de ella. Que pena que seas mi hermana", y le saqué la lengua. Ella se levantó, corrió hacia mí y me abrazó con fuerza. "Te quiero más que nada en este mundo, pitufo", me dijo. Yo me puse colorado. Nunca más podría repetírmelo, pues su vida se perdió en una cuneta sombría.

Me encuentro sólo, en un reino que no es de este mundo. A lo lejos, en el centro de ese mundo nuevo en el que me encuentro está el piano. Un piano iluminado por una luz que procede de quién sabe dónde. Un piano idéntico al que había en la esquina del salón de mis padres. Me siento en el taburete. Cruje, chirría... Sabe que no es mi sitio, que no debo estar ahí. No me corresponde ese lugar en este mundo. Está molesto conmigo. Las teclas del piano están duras y firmes. Se oponen a que las toquen, pero yo intento suavizar las cosas. Las acaricio, las mimo... trato de que estén cómodas. Me da miedo intentar tocarlas porque, con lo mal que lo hago, seguro que conspiran contra mí para asesinarme auditivamente. Posadas mis manos sobre el lustroso piano me dispongo a tocar. Recuerdo las primeras notas de aquella canción que me dejó Luna como último recuerdo. Comienzo... Hilos de marioneta bajan por el haz de luz hasta situarse sobre mis dedos. Se insertan en mis huesudos dedos y son dueños de mis manos. Comienzan a tocar solos. Es como si llevase toda la vida enlazando notas musicales para urdir una bella melodía. Dejo que sean esos hilos los que manejen la situación mientras yo disfruto de lo que me están dando. Es increíble, nunca había sentido nada igual. Me siento un ser completo.

El tiempo no discurre en aquel lugar. Podría llevar allí siglos, milenios, incluso millones de años... y seguiría siendo lo mismo: un estado de placer continuo. Sin embargo algo no encaja. No me he dado cuenta hasta ahora, pero un aura blanca, que se parece a mí, está flotando en la oscuridad. Un nuevo hilo ha sujetado mi cabeza, que mira impasible hacia el suelo mientras mis dedos siguen tocando. Sigo gozando con la música, pero mis ojos ven que algo se ha perdido. Esa parte humana que aún me queda nota que algo le falta. No hay iniciativa por tocar algo diferente, se ha perdido el amor por aquello que escucho, no soy capaz de aprender y recordar estas melodías... Se ha perdido la esencia del mi ser. Ese ser equivocadamente completo que lo reduce todo al puro placer y goce. No hay lugar para un ser así en este mundo. Un ser así acaba por morir y sucumbir a la oscura realidad.

Otro ser etéreo aparece entre las sombras. Mis ojos lo ven, pero no puedo alcanzar a reconocer quién es. Se acerca al lugar donde me encuentro. Corta los hilos uno a uno y la música se para. La parte que queda de mi ser chilla quejumbrosa porque ya no hay disfrute. La figura, que va encapuchada con una toga blanca, acerca su rostro a mi mejilla y me besa. Esos labios... El estruendoso grito que profiere mi cuerpo se detiene bruscamente. Mis pupilas se dilatan y la luz ciega mi ser. Soy un ser inerte y moribundo postrado en una silla. Veo al éter que se parece a mí sentado sobre la cola del piano. "Ve por él", me susurra el encapuchado. Todo aquello que me hubiese hecho avanzar se ha ido con ese ser luminoso. No puedo ir. El encapuchado decide al fin descubrir su imagen. Sé quién es... la conozco tanto... pero no acabo de reconocerla. Estoy fuera de mí. Avanza hacia el éter luminoso. Éste, asombrado, la abraza fuerte y comienza a llorar. Se aproxima hacia mí. En el último de mis impulsos humanos me levanto. El éter me da una mano y con la otra se despide de la figura que yo no alcanzo a reconocer. "Hasta siempre", le dice. "No dejaré que ésto terminé así; no permitiré que este humano se deje manipular. Vivirá como tu le enseñaste: a base de profundas melodías que marcarán su destino". Nos fundimos en uno único elemento. Ya consigo distinguir la figura que me había besado antes. Es Luna, mi hermana. En el taburete del piano hay sitio para dos. Se sienta a mi lado y comenzamos a tocar juntos esa preciosa y terrible canción con la que me dijo adiós un día. En ese momento creo saber qué es la felicidad...

Despierto sudoroso en mi cama. En calzoncillos recorro el pasillo hasta llegar al salón. Me siento en el taburete del piano. Miro las estrellas a través de la ventana que está sobre el piano. Cierro los ojos e imagino la melodía a la vez que mis dedos se deslizan sobre el teclado. Luna está en mi mente... en mis sentimientos... en mis dedos... Y entonces comienza a sonar de nuevo... Comptine d'un autre été.