miércoles, 9 de abril de 2008

El albor de la tricromía

Sentados, uno frente al otro. Ocultados sus rostros tras una fría capucha blanca. Se ven, pero no se miran. Creen tener al otro delante, pero no saben que realmente está ahí. Dos burbujas pensantes reposan sobre los pilares que las sustentan. Aquello que las sujeta es frágil, parece como si fuera a caerse en cualquier momento. Ocultan su identidad tras un fino muro de tela. Son tan diferentes y tan semejantes a la vez... La esencia de la contradicción se respira en el espacio que los separa. Tienen miedo. Murmullan sus pensamientos sin producir sonido alguno. ¿Telepatía? me pregunto. Tienen miedo, lo presiento. El otro les impone respeto, un respeto sustentado en la pura sensación de soledad. ¿Y si descubro mi ser? ¿Y si no le gusta cómo soy? Me quedaré solo. Veo claramente sus pensamientos. Miles de heridas se han abierto en su mente. De su boca van surgiendo las razones de sus males. Ascienden hilos de éter cielo arriba como si del líquido de las lámparas de aceite se tratase: sinuoso, incluso sensualmente atractivo. Quiero tomar aquello para mí, sería una pena perderlo, pero se me escapa entre los dedos. Me siento inútil al ver como se deshacen años de bonitos sentimientos, de anhelos y de conquistas.

Un fino hilo blanquecino es el primero en salir. La inocencia se quemó con los leños de la infancia. Sus mentes pierden vida. Notan que mueren. Como el moho de mis libros, esos con cientos de años que guardo en titánicas estanterías. Verde es el color ahora. El equilibrio se pierde. No hay espíritu que valga, ni del bosque ni de Gea. Tiembla el vigoroso mundo cuando la esperanza se desvanece poco a poco. ¡O no! Esto empieza a ser ya grave. La energía que nos mueve se transforma en mera nada. Ya no habrá más atardeceres de naranjas llamativos. Ya no habrá vida humana porque ¿quién nos moverá ahora? ¿Vivimos en este mundo o ya no queda mundo alguno? Miro a mi alrededor... sólo están ellos. La verdad se está perdiendo en forma de un añil puro. Puro como la verdad que tanto buscamos y no alcanzamos a conseguir nunca. Resulta desagradable el color negro. Lo veo ascender y eclipsa a los demás colores. Se los come. Debe tener tanta hambre... La muerte se va con él y el silencio va a su vera. ¿Una vida eterna? No gracias. Creo que no estoy preparado para asistir a la autodestrucción del mundo, del ser humano. No podría ver como se acaban las vidas de aquellos a quienes más amo. Sería un dolor tan insoportable...

Estoy perdiendo a dos seres frente a mis ojos. Veo que se desmoronan. No sé como recuperarlos y deben estar a punto de esfumarse... ¡Estúpidos intransigentes! Os encerrasteis en vuestro cerco sin dirigiros mirada alguna. Vosotros que juntos andaríais mil caminos. Teméis que el otro os vea como sois y os rechace. Se ha rasgado mi corazón y se ha abierto una brecha profunda. Sangra de verdad. Es un rojo que mancha mis manos y poco a poco tiñe todo mi cuerpo. Las lágrimas oscurecen mis ojos claros. Cada vez veo peor. Se que mi vida toca su fin pero no quiero irme sin darles nada. "Tomad mi vitalidad, mi poder y mi valor e intentad con él resurgir de estas cenizas". Gotea la sangre sobre sus rostros y llegan a sus finos labios. "No dejéis que una cortina de humo os impida una vida unidos". Caigo al suelo. Débil, muy débil. El amarillo hace acto de presencia. Es síntoma de que la razón se está perdiendo. La inteligencia de antaño y el espíritu del sabio mueren. El azul fluye a su lado. Adiós sinceros humanos, lo vais a perder completamente todo.

Ambos colores se entrelazan. Parecen combinar bien pero les falta algo. ¿Qué puede ser? Unas gotas de mi sangre completan la fórmula mágica. La razón y la inteligencia; la verdad y la sinceridad; la vitalidad y el apasionamiento... Ambos seres se destapan. Ya no hay miedo al otro. Más miedo les da el fin. Se funden en un beso que los hace uno, que los convierte en humanos. Han mezclado sus esencias, complementando sus almas. Se han unido los tres pilares. Hay un destello blanco y puro, casi divino. La virginidad de un nuevo mundo lo ha hecho perfecto, pero también incierto y hay que montarlo de cero.

Juntos, hacemos bella la vida. Solos, nos desvanecemos.