jueves, 22 de mayo de 2008

La mirada


Debo confesar que, desde que fui a la última exposición fotográfica de la Lonja, he reconsiderado lo de mi ceguera. Efectivamente, lo soy, pero no se me asusten tan rápido porque mis pupilas perciben la luz perfectamente. La verdad es que nunca me ha llamado mucho este campo, aunque la curiosidad pueril que aún conservo me obligó a entrar en la exhibición. Mi desdén hacia el asunto se hizo latente cuando advertí que no era capaz de dedicar más de diez segundos a cada instantánea. La sección de guerra resultó diferente, y los diez segundos se convirtieron en veinte. En la siguiente sala encontré a mi “oculista”, un hombre que estaba observando la foto de una niña que parecía mirarle. Estéticamente me atraía, quizá porque fue algo nuevo para mí, ya que no había visto nunca una algo como aquello. Acostumbrado a las fotos de sitios increíbles a los que desearía ir, cuando el hombre me preguntó qué me parecía, le contesté que era una composición simple. Comenzó a hablar con templanza, y cada palabra que añadía a su discurso era una causa más de la apertura de mis ojos y mi boca. Cuando terminó, se retiró dándome una palmadita en la espalda. Seguí ahí delante durante no sé cuánto tiempo, pero de lo que sí estoy seguro es que aquel personaje había sido capaz de ver una gran realidad a través de aquella mirada. No sólo eso, sino que también pudo retratar aquello que enfocaban los ojos de la niña. Mi actual concepción objetivista del fotoperiodismo está cambiando. No deja de sorprenderme cómo una persona puede autorretratarse sin aparecer en su obra. Pienso en mi labor diaria como periodista... He decidido que voy a dejar de ver el mundo, porque lo que debo hacer es mirarlo. Necesito ser parte de mi obra, añadiendo los matices y elementos que aporten mi propia realidad. No deseo observar un mundo tan borroso del cual la mayor parte se me escape, así que trataré de seguir poniendo remedio a mi ignorancia y mi ceguera.

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